Me da risa el hecho de que
las musas se tropiecen con ellas mismas
en la acera de un verso
y tarden unos segundos en reconocerse
o que simplemente se pasen por el lado sin decir nada
ni saludarse
como si hubiesen olvidado su propio nombre por un instante
o que me pregunten quién se esconde
aunque en el fondo de un verso de una vía
advierten su labio en la copa de un árbol
miran, se saben asechadas y no lo olvidan
porque las musas no son torpes.
lunes, 26 de noviembre de 2007
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